20 de junio de 2011

IDEOLOGÍA COMO GASOLINA

El proyecto europeo se parece a un camión con sobrecarga que intenta subir una colina empinada. Dos de la cuadrilla están peleándose por quedarse con el volante y otros yacen cantosos en la zona posterior a la cabina.


Si algo le falta a la política económica actual es coherencia. El comportamiento de los gobiernos ha estado regido por ocurrencias, muchas veces contradictorias.
La última salida por la que han optado en esta autopista es la enésima reforma que se anuncia como inevitable para salir de la crisis. En este caso, el objetivo declarado es aumentar la “competitividad” para contener el déficit en los estados de la Unión Europea y así evitar nuevos “rescates”.

El Consejo no muestra demasiada preocupación por la viabilidad de las pensiones, pero sí por el déficit público, razón por la cual se ve en la obligación de sugerir vías alternativas de ingresos que compensen la disminución de las cotizaciones sociales. Desde luego, no se recurre a ningún impuesto directo y progresivo sino al IVA y a la energía eléctrica, lo que resulta incongruente.

La lógica nos lleva a pensar que si los empleados ganan menos dinero, el consumo disminuye y los ingresos del estado por impuestos indirectos también disminuyen. Si se pidiera “moderación” solo para los empleados públicos, por ejemplo, todavía podrían cubrirse las espaldas ante esta incoherencia, pero al pedirlo para todos los trabajadores están admitiendo abiertamente que su objetivo real no es reducir el déficit, sino bajar los sueldos. Lisa y llanamente.

A lo mejor – o a lo peor-, es lo que se pretende, ya que lo único cierto de las recomendaciones de la Comisión es que se transferirán rentas de la mayoría de los ciudadanos trabajadores a los empresarios.


Los gobiernos y el capital no son enemigos, sino cómplices que se van cediendo terreno según las circunstancias históricas. Los ciudadanos aclaman al no distanciamiento con la casta política, para, entre todos, cumplir con la justicia y el racionalismo económico.

La Comisión Europea ha salido dando recomendaciones y pautas de actuación como ésta última que, desde la óptica de la teoría económica, no pueden ser más disparatadas. De no hacer caso a la lógica de las teorías económicas, darán a entender que lo que lubrica el motor de este camión no es un aceite económico sino un aceite de adoctrinamiento ideológico.

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