28 de junio de 2011

The Wall

Quisiera empezar mi comentario sobre la película de Alan Parker haciendo alusión al propio título. Como muchos sabéis, The Wall es uno de los álbumes de Pink Floyd que, a modo de metáfora, simboliza una barrera mental. Este muro, a su vez, está formado por múltiples ladrillos, los cuales hacen referencia a cada problema que se nos presenta en la vida. Y, consecuentemente, a cada problema que se suma, a cada ladrillo que pongamos, el muro nos va aislando cada vez más para así mantener un equilibrio enajenado libremente de los apuros físicos y emocionales de la vida.


Pink es el personaje principal de esta historia y presenta unos interesantes cuadros psicológicos reforzados con las letras de las canciones. Ello nos ayuda a comprender en parte la psiquis del ser humano, con una base psicoanalítica y edípica.

Pink Floyd hace una crítica al sistema y a los esquemas tradicionales de educación que están basados en la filosofía de “la letra con sangre entra” y en la mera memorización y aprendizaje lineal, destinados a crear sujetos sin pensamiento y sin capacidad crítica.
También por medio de los complejos que a Pink le dejó la muerte de su padre a corta edad, se muestra un incuestionable repudio hacia la guerra, y, concretamente, a la Segunda Guerra Mundial.

A partir de ese momento, su madre vuelca todo su amor hacia su hijo, pero su actitud se vuelve obsesivamente protectora, coartando la libertad de Pink y distorsionándole la realidad. Este vínculo tan fuerte que ambos tienen, hace que desconfíe de ellas – sobre todo tras la infidelidad que le causó la única chica que aparece en la película – y las termine asociándolas con monstruos. Ninguna mujer logra satisfacerle y experimenta un estado de desconexión y apatía permanente al sufrir un nuevo abandono.

Finalmente, todas estas situaciones traumáticas van haciendo que se distancie de los demás y de la sociedad en general, lo cual hace que vea las cosas distintas y que se imponga al capitalismo, la opresión, la guerra, la dificultad de comunicación, al tipo de profesores y a la alineación del ser humano como un ente sin sentido y producto de un sistema perverso.
En respuesta, recurre a las drogas. Debido a ellas y a sus amargos recuerdos, Pink cae en una espiral que lo conduce a la locura.

Por si fuera poco, con el fin de dotarle de toda la fuerza visual que se merecen estos temas, las imágenes reales se combinan con ilustraciones de Gerald Scarfe, llenas de simbología que hacen de esta película una obra maestra para todos los sentidos.



Pero no quisiera finalizar este comentario sin antes señalar que la infancia de Pink es muy similar a la infancia de dos de los miembros de la banda: Roger Waters, quien perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial y cuyos sentimientos se plasmaron en este álbum. Y en la etapa adulta, Syd Barrett , quien sufrió un colapso mental debido a su mente alterada por las drogas. Al combinar esas historias Roger Waters crea una aventura mística y perturbadora hacia las profundidades de la psiquis humana.

En último lugar y como anécdota, me gustaría añadir que el actor protagonista, Bob Geldof, fue miembro de la banda Boomtown Rats, cuyo tema principal es I don’t like Mondays y que podéis escuchar en este vídeo:



¡Hasta la próxima, camaradas!

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